Samaniego y la educación en la
Sociedad Bascongada de Amigos del País / Emilio Palacios Fernández
Universidad Complutense Madrid
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Samaniego nació en Laguardia (Álava) el 12 de octubre de
1745. Heredó abundantes posesiones: el Mayorazgo de los Samaniego en su pueblo
natal, el Señorío de Arraya (Álava) y otras tierras en Tolosa. Hizo sus
estudios primarios en la casa paterna, y después fue a ampliar su formación a
Francia (Bayona), al igual que otros jóvenes de la región1. Lo importante de
este contacto con Francia fue el ambiente cultural y la inquietud que provocó
en la nobleza del País Vasco en la que latía el interés por la mejora de una
nación que pasó de la gloria de los Tercios, dominadora en Europa, a una
pobreza casi total. Se creó así en la zona, una auténtica comunidad de
intereses, con afanes renovadores. Esta relación con Francia, nación en auge,
les sirvió para contrastar su progreso con nuestro atraso. Y de ahí nació el
espíritu que transformó a estos nobles burgueses. Si nos parecen progresistas,
puede ser que sólo lo sean en contraposición al conservadurismo e incuria de la
mayor parte de la nobleza española, que seguía atada al pasado viviendo de sus
rentas en una lenta agonía. Sin embargo, desde su origen, se vio con cierta
prevención la actividad de estos «Caballeritos de Azcoitia» que se proponían
salir del marasmo social e ideológico. La oposición a sus proyectos habría sido
total si no hubieran encontrado en la Corte a un Rey decidido a llevar a cabo
esta transformación y a una serie de valedores vascos, particularmente el
alavés Llaguno y Amírola2, que favorecieron siempre, desde sus puestos de
responsabilidad, las intenciones de esta nobleza y burguesía.
El joven hacendado riojano, acabados sus estudios franceses,
prefiere ser partícipe de este ambiente de tertulias a perder su juventud
encerrado en la tranquilidad de Laguardia. Traslada sus reales a Azcoitia donde
vivían sus tíos los Condes de Peñaflorida. Este pueblo, -286-
con los de Azpeitia y Bergara, era el lugar donde alcanzaban más altas
cotas la efervescencia y el interés por el cambio. Y aquí precisamente se
formará la primera célula, modelo del espíritu de la Ilustración. Las reuniones
se van convirtiendo paulatinamente en tertulias organizadas donde se habla de
temas científicos, musicales y literarios, en las que cada uno tiene
posibilidad de expresar sus habilidades (quizá aquí se despertaría la vocación
literaria de Samaniego), y en las que comunitariamente se intentaba dar
solución a los problemas económicos de la región: ferrerías, agricultura... Es
importante resaltar el espíritu práctico-experimental de estos análisis.
Intentan solucionar, en primer lugar, los problemas propios del País Vasco a
base de la aportación de experiencias personales, y de los conocimientos de las
naciones más adelantadas al respecto. Es un rasgo peculiar de la Bascongada3.
La maduración de estas actividades, al principio adscritas a la provincia de
Guipúzcoa, trajo como consecuencia la fundación de la Bascongada, aceptada
oficialmente el 8 de abril de 1765. El Discurso de inauguración de las Juntas
preparatorias de Bergara en febrero de 17654 recoge todo este espíritu:
La Sociedad de Amigos del País, es un verdadero templo
consagrado a la Sabiduría, cimentado sobre el sólido fundamento del Amor a la
Patria, unido y enlazado por los estrechos vínculos de la amistad5.
Sólo una voluntad fuerte y desinteresada podía mover tanto
esfuerzo, y ésta fue la de D. Xavier María de Munibe e Idiáquez, Conde de
Peñaflorida. Junto a él otros prohombres del País: Marqués de Narros, Altuna,
Olaso... Samaniego encuentra, junto a su tío, encauzado su empuje juvenil. Toda
su actividad en estos momentos es en y para la Sociedad Bascongada. Hemos de
suponer, a veces los datos no son muy abundantes, que estuvo ocupado de la
organización en esta época inicial de la Sociedad, en la que su tío el Conde de
Peñaflorida -287- veía hacerse realidad fecunda ilusiones
soñadas desde hacía tanto tiempo.
La Sociedad tuvo una rápida aceptación, y a los 19 miembros
fundadores, entre ellos Samaniego, se agrega gran parte de la nobleza del País
Vasco. La inquietud constante les llevó pronto a enfrentarse con el problema de
la educación. Sabían que sólo a través de una enseñanza renovada podía
perpetuarse su espíritu y dar vida en el futuro a la neonata Sociedad, además
de solucionar el grave problema docente del País Vasco. El anónimo autor de la
manuscrita Historia del Seminario de Vergara lo subraya al comienzo de su
relato: «Como el asunto de la educación pública es de la primera importancia ha
ocupado la atención de la Sociedad desde sus principios con preferencia a todos
los demás objetos de su instituto»6. Ya en las citadas juntas preparatorias de
Bergara, previas a la fundación, se habló de instituir la clase de Alumnos7. Y
en las de Azcoitia, dos meses después, se examina un Reglamento de Alumnos, que
se envía para su aprobación al ministro Grimaldi. Tres Vigiladores, uno por
provincia, se preocupan de su puesta en práctica mientras una junta de
Institución, constituida por siete miembros de número, sigue profundizando en
el asunto de la enseñanza y sus posibilidades de futuro. El envío de los jóvenes
a Francia, además de gravoso, lo entienden perjudicial:
que se experimenta que la educación francesa imbuye a los
muchachos de muchas de las preocupaciones que tiene aquella Nación en la
nuestra, origina la abolición de costumbres recibidas y la introducción de
otras impertinentes; y sobre todo los hace mirar con desprecio a la Nación, y
los acostumbra a creer que no pueden vivir ni manejarse en negocio alguno sin
tener a su lado a un francés,
dice el autor de la Historia incompleta. Provisionalmente se
empiezan a dar clases en una casa pensión que dirige el profesor y secretario
de la junta de Institución Martín de Erro8, cargo en el que le sustituyó
después el eclesiástico alavés Lorenzo Prestamero. Entre los primeros alumnos
se encuentra Ramón María de Munibe, hijo del Conde, y Santiago de Samaniego,
hermano de nuestro escritor.
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La Junta de Institución sigue reordenando sus planes buscando
modelos en el Seminario de Nobles de Madrid y diversos centros semejantes en
Francia (Bayona, Toulouse, Tiren, Sorese...), Flandes (Lile). A lo largo de
1767 las juntas de la Bascongada tratan insistentemente del tema, casi como
objeto prioritario, quedando diseñada la casa de educación con el nombre de
Escuela Patriótica. En las de Marquina, en septiembre, se habló de la
conveniencia de disponer de un edificio mejor. Haciendo uso del dictamen de
Moñino y Campomanes de 14 de agosto de 1768 por el que se hacían disponibles
los bienes de los jesuitas expulsos para obras de piedad y de enseñanza, la
Sociedad solicitó el Colegio adscrito al monumento de Loyola, cuna de los
jesuitas, que le fue denegado. El colegio de la misma Sociedad en Bergara le
fue concedido tras la preceptiva subasta pública que quedó desierta, y se tomó
posesión del mismo en febrero de 1771. Este centro, procedente de una antigua
dotación, fue terminado de construir, salvo detalles, en 1674 que es cuando lo
había aceptado oficialmente la Compañía de Jesús9.
Con un edificio decoroso y amplio la Sociedad Bascongada
tiene mayores ánimos para organizar un centro de mayor alcance. Se terminan los
estatutos en preparación y se envían a Madrid para su aprobación. Es importante
volver a resaltar la labor que ejercieron por su País dos vascos adelantados en
la Corte: Llaguno y Amírola, y Otamendi, ambos Secretarios de Estado. La
correspondencia Llaguno-Peñaflorida, que se conserva en el Fondo Prestamero,
nos descubre parte de estos desvelos por la Sociedad para la aprobación de sus
Estatutos, por el Seminario, para los permisos de publicación, informes de
prensa y asuntos económicos de las provincias vascas10. En -289-
carta de 17 de septiembre de 1770 le comunica al Conde el resultado de
las gestiones en torno a los tres puntos que se le han encomendado:
Uniforme como las Maestranzas, exención de oficios de
República, y algún distintivo para los alumnos.
El uniforme que se pide para los miembros de la Bascongada en
sus actos públicos se precisa en carta posterior: «vestido de terciopelo negro
con chupa y vueltas de raso liso blanco». Las cartas de 1772 insisten con
frecuencia en asuntos relacionados con el Seminario en formación. Escribe
Llaguno:
En lo del Reglamento de Alumnos ha habido que suavizar
algunas cosas en cuanto a castigos, y en cuanto al mando del Vigilador sobre
ellos, porque reparó su Excelencia [Grimaldi] que algunas expresiones eran
duras para los padres y para los mismos jóvenes.
En cuanto a la Divisa de Alumnos tenía mis temores de que no
pasase por la aprensión de que no parezca una nueva orden de Caballería, pero
ha colado del modo que V. M. verá. Sin embargo, por no despertar
contradicciones convendrá que la Sociedad se ponga sobre el pie de que los
Alumnos no usen de ella cuando ya salgan de las Provincias con algún destino.
(San Lorenzo, 26 octubre 1772)
En otras cartas se habla del mismo uniforme de alumnos,
diseñado de forma que fuera duradero y no costoso. No cabe duda de que la
organización del Seminario fue una ardua labor que sólo el espíritu que animaba
a los componentes de la Bascongada pudo superar. En carta de 22 de marzo de
1773 leemos:
Estoy poniendo en limpio la cédula de aprobación de los
Estatutos, en la cual han de ir insertos, para hacerla escribir de hermosa
letra quando vaya a Madrid por la Semana Santa, a fin de que quanto antes
concluyamos enteramente este asunto.
La aprobación real tuvo lugar el 11 de marzo de 177611. El
4 -290- de noviembre del mismo año inicia sus
actividades el Real Seminario Patriótico Bascongada, intentando buscar un
sistema educacional más acorde con los tiempos. La Sociedad puso en ello sus
mejores empeños. El mismo Peñaflorida se mostraba orgulloso de que fuera su
hijo Ramón María el primer alumno de este centro. Dice en su Historia de la
Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, recordando estos hechos:
Con esta ocasión y conforme al espíritu de la Sociedad,
previendo las considerables ventajas que pueden y deven esperarse de la
instrucción de la joven nobleza, y los progresos que deve esperar la sociedad
para el fin de su establecimiento de criar a sus pechos unos jóbenes que
teniendo en sí inclinaciones dignas de su clase, se dedicasen desde la primera
hedad a amar el estudio, aborrecer el ocio, y cimentar el espíritu Patriota,
que los haga útiles al público, resolvió la Asamblea crear una nueba clase de
Alumnos de su cuerpo, y nombró por tal este caballero [Ramón M de Munibe] que
es el primer Alumno de la Sociedad.
Las nuevas corrientes europeas sobre la educación comenzaron
a hacerse eco en España mediado el siglo XVIII. Los antiguos sistemas
pedagógicos del maestro y su «palmeta» son puestos en entredicho, mientras se
buscan procedimientos más racionales. Priva la evidencia o la experiencia sobre
la voz de los antiguos maestros o sobre la irreflexión de muchas supersticiones
que inhiben la inquietud en la búsqueda de verdades más fehacientes. Esto
produjo una cierta secularización del espíritu, y confirmó el orgullo ilustrado
en un principio intocable: «el recto conocimiento de las cosas producirá las
buenas costumbres y la felicidad universal». Naturalmente, la puesta en
práctica de estas ideas suponía enfrentarse a una mentalidad establecida, sobre
todo a unos falsos presupuestos mantenidos interesadamente por un clero
conservador. Esto no significaba una oposición a la Iglesia, sino una
purificación precisa para limpiarla de las adherencias inútiles y falsas que
con el tiempo había adquirido, con recuerdo del erasmismo renacentista, en lo
que se había ensayado y a un clérigo tan poco sospechoso como Feijoo. Y éste,
creo que fue un principio fundamental a la Ilustración y por lo tanto a los
patrocinadores del Seminario Bascongado de Vergara. Por eso mismo, integristas
del catolicismo lo tacharon de la primera escuela laica, y antecedente de la
Institución Libre de Enseñanza. No entramos en la demostración de un neto
espíritu religioso patente en la Real Sociedad Bascongada y en su centro
educacional, ya aclarado por D. Julio
-291- Urquijo12. Sólo recuerdo a
este respecto cuál era el Artículo I del Reglamento para los Alumnos: «Para ser
recividos por Alumnos es preciso estar diestros en leer, y escribir, arreglados
a la Ortografía de la Real Academia Española, y en las quatro reglas de
Aritmética, y bien puestos en los rudimentos de la Religión Católica, y
Historia Sagrada, sobre lo que han de ser examinados rigurosamente:
Previniéndose que para esto último no necesitarán más que el estar impuestos en
el Catecismo Histórico de el Abate Fleuri». También debían aportar al ingresar
un Catecismo diocesano y un Devocionario. Y después venían las actividades
religiosas13, y el interés por infundir sentimientos ortodoxos, como una de las
premisas fundamentales del Instituto.
El Seminario Patriótico fue perfeccionando poco a poco sus
sistemas dentro de la idea general que propugnaba el plan nuevo de 1774:
«imprimir en los jóvenes las ideas de una buena educación e infundirles los
conocimientos generales que deben concurrir a la perfección e ilustración de
ella». Todo ello implicaba conocimientos de ciencias humanas y experimentales,
rudimentos que pudieran servir de orientación profesional y por supuesto
ciertas habilidades sociales (baile, música, esgrima,...).
El colegio, dirigido ahora por el Conde de Peñaflorida, fue
tomando, así, una gran relevancia, tanto porque en él se reunían los hijos de
la élite del País Vasco como por su merecida reputación. Años más tarde (1789)
recordaba todavía Sempere y Guarinos su esplendor:
Los nobles españoles, que antes solían enviar a sus hijos a
varios Colegios y casas de pensión de Francia, con mucho dispendio, y con el
riesgo irremediable de que se imbuyeran de máximas no españolas, y de que se
debilita ría en ellos el patriotismo, que es la pasión que más debe fomentarse
en todo noble; los envían al Seminario de Vergara, -292-
a donde la educación es excelente, y ciertamente más propia para
infundir en los ánimos de los jóvenes españoles la piedad, la instrucción de
que más necesitan, la modestia, la frugalidad y finalmente el amor a su País14.
Prueba manifiesta del interés por el tema educativo en la
Sociedad es la frecuencia con que los Extractos de las juntas recogen
referencias al tratamiento de estos asuntos. El autor de la Disertación
política sobre la educación e instrucción de los Alumnos de la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País, que propone, en época temprana, la creación
del Seminario, tiene ideas claras sobre el interés que tiene la Bascongada: La
educación de la juventud «es lo que puede facilitar el más perfecto
cumplimiento de los fines de esta Real Sociedad, y que el modo de llevar a
debido efecto nuestros deseos es proporcionar una instrucción sabia, sólida y
christiana a nuestros Alumnos»15. La enseñanza que se defiende intenta conjugar
valores humanísticos con criterios de gran pragmatismo («es menester que la
instrucción vaya arreglada a las diversas necesidades que ocurren en la vida,
en el trato con los demás, y en las urgencias de la República»). Para ello una
buena educación debe imbuir en el educando algunos de los dogmas de la
religión, el conocimiento de sus obligaciones como hombre (honor, cumplir los
compromisos, fidelidad), como cristiano (cumplir los preceptos) y como vasallo
(respetar y obedecer al monarca, cumplir leyes y ordenanzas). «En ser más o
menos bien conducida la educación consistía la grandeza y decadencia de todos
los pueblos», declara rotundamente M. M. de Aguirre en su discurso Educación,
presentado a las Juntas de 177716, donde se estudia el tema desde una
perspectiva general y describe los efectos positivos de la misma: madres que
crían a sus hijos sanos y robustos, «libres de los fútiles cuentos y
supersticiosas creencias»; maestros prudentes que educarán hombres «guiados por
la razón y capaces de las acciones más gloriosas» que «busquen la virtud,
gloria y el bien de las gentes»17.
En las Juntas Generales de 1780 leyó el ensayista y poeta
José Agustín Ibáñez de Rentería un medido Discurso sobre la educación -293-
de la juventud en punto a estudios18, Comienza su disertación con un
recuerdo de una declaración de la Sociedad en fechas anteriores convirtiendo la
educación en su objetivo principal. Está convencido de que la educación es «el
fundamento de la felicidad pública»19. Se detiene particularmente en
reflexionar sobre la organización de los estudios y la manera de ponerlos en
práctica. Para ello es necesario evitar las trabas que la dificultan («la
fatiga, el castigo, la obscuridad de las reglas, en general el método
fastidioso y áspero»). Para llevar esto a cabo insiste en la necesidad de
buenos maestros, y de crear lugares adecuados para el estudio. Es un buen
tratado de pedagogía y psicología infantil y juvenil lleno de observaciones
juiciosas.
Samaniego, casado en 1767 con la bilbaína Manuela de Salcedo,
sin descendencia ni preocupaciones económicas, encontró en el Real Seminario
Bascongado de Vergara terreno libre en el que ejercer su trabajo. Durante
muchos años su vida estuvo ligado, con más o menos intensidad, a este centro
docente. Pasaba largas temporadas, sobre todo en verano, colaborando en sus
actividades organizativas y pedagógicas: participa en la selección del
profesorado, corrige exámenes y dictamina textos20. Pero, sobre todo, hay que
resaltar que fue en el Seminario donde encontró el ambiente que provocó su
dedicación a la literatura. Es el Conde de Peñaflorida quien le incita, y
Samaniego, siempre bien dispuesto, comienza a traducir algunas de las fábulas
que él aprendiera del francés La Fontaine en su juventud de Bayona. Los alumnos
del Seminario son los primeros destinatarios de las mismas, y los que,
seguramente, motivaron sucesivas correcciones que las hicieron ganar en
comprensión, sencillez y musicalidad. En las Juntas Generales de 1775,
celebradas en Bilbao, presentó las 36 primeras, y dio lectura, según consta en
los Extractos, a la fábula La mona corrida. Bien clara está la intención de
Samaniego a tenor de la nota que se coloca en los Extractos citados:
-294-
Reflexionando cuán pocos son los que, entre tanto número de
poetas clásicos como ha habido en España, se han dedicado a disponer fábulas en
idioma original; y considerando también cuántas utilidades acarrea este género
de escrito para entretener y divertir a la juventud, infundiéndola al mismo
tiempo máximas prudentes y juiciosas, un individuo de la comisión (de letras)
ha determinado proporcionar a los alumnos este útil y ameno estudio21.
El mismo Samaniego aclararía más tarde esta misma finalidad
en el prólogo al primer volumen, publicado en Valencia, año de 1781, con el
título significativo de sus pretensiones, Fábulas en verso castellano para el
uso del Real Seminario Bascongado:
El director de la Real Sociedad Vascongada, mirando la
educación como la base en que estriba la felicidad pública, emplea la mayor
parte de su celo patriótico en el cuidado de proporcionar a los jóvenes alumnos
del Real Seminario Vascongado cuanto conduce a su instrucción; y siendo, por
decirlo así, el primer pasto con que se debe nutrir el espíritu de los niños,
las máximas morales, disfrazadas con el agradable artificio de la fábula, me
destinó a poner una colección de ellas en verso castellano, con el objeto de
que recibiesen esta enseñanza22.
Y más claro todavía si leemos los versos introductorios al
libro primero, que son una larga dedicatoria en verso «A los Caballeros Alumnos
del Real Seminario Patriótico Vascongado»23.
Toda su ilusión pedagógica se desgrana en estos versos suyos
que responden a la idea de los hombres de la Ilustración de hacer de la
literatura un medio útil para la formación. Otro problema distinto sería la
consideración de la moralidad que traslucen estas composiciones. En absoluto podemos
decir que las fábulas reemplacen a un tratado de teología moral católica. La
moral de los relatos de Samaniego pertenece a la esfera de una ética
instintiva, casi común a animales y a hombres. Por eso el fabulista puede
llevar al hombre al plano animal, o elevar a éste a la categoría humana con su
«caballero lobo» o «señor jumento». Estamos ante una moral de
supervivencia, -295- en la que el fuerte se come al débil, o en
la que la experiencia nos hace avisados ante los engañadores. Son una serie de
normas que alertan en el camino de la vida, conculcando, con frecuencia, los
principios de la moral cristiana. Esta es la moral que Samaniego proporcionó a
los alumnos del Seminario y la que decenas de niños españoles han aprendido en
las doscientas y pico ediciones que se hicieron desde entonces para uso
escolar.
No quiere decir que exista en Samaniego una clara intención
de secularizar la moral. Normalmente el fabulista vasco no hace sino
transmitir, salvo excepciones, lo que la tradición esópica proporcionó a
cuantos fabulistas en el mundo han sido. Bien es cierto, que no siempre nos
encontramos con esta moral agresiva y primaria, sino que podemos encontrar en
algunas fábulas una acomodación a la moral cristiana. O bien, recordando la
antigua intencionalidad política en el origen de la fábula (una simbología
fantástica que encubre la realidad) podemos leer entre líneas algunos de los
principios de la Ilustración: políticos (el rey León todopoderoso), sociales
(la lechera fantástica y poco reflexiva) o literarios (el parto de los montes:
literatura plena de hojarasca pero sin contenido). En este camino encontramos
al Samaniego más original que quiso trasladar, con la ingenuidad de los
cuentecillos, toda una pragmática que nace de la Ilustración del círculo vasco.
Clara está su intencionalidad en las fábulas del último libro, obra de
invención, en las que se incide reiterativamente sobre temas de más actualidad:
los charlatanes (petimetres que criticara Moratín hijo en La Derrota de los
pedantes), el cumplimiento del deber, la manía de seguir la moda francesa en el
vestido y en el lenguaje, la corrección de los defectos, el no dejarse guiar
por las apariencias, etc. A través del análisis de todas estas ideas, que se
desgranan en las fábulas, podemos comprender cómo se fueron moldeando la ética
y estética de los alumnos asistentes al Seminario de Vergara.
Lo mejor de su actividad lo gastó Samaniego en la fundación
en la que la Bascongada puso todas sus esperanzas y que fue su primero y mayor
servicio al público. Ya no sólo porque escribiera para sus alumnos las fábulas,
sino porque en dos ocasiones ejerció la función de Director del centro. Nadie
mejor que él reunía, quizá, las condiciones necesarias de cultura, dedicación y
tiempo. Según las Ordenanzas:
El empleo de Director del Seminario debe recaer en sujeto de
conducta y virtud conocidas y dotado de luces, prudencia y probidad. Deben
concurrir en él las principales circunstancias
-296- necesarias para ser socio
de número, aunque le falten las de ser hacendado en el País Vascongado, la de
ser residente en él y la de haber sido socio supernumerario. Su elección se
hará con las mismas formalidades y condiciones prescritas para la elección de
socios de número. Tendrá voto en todos los asuntos concernientes a los objetos
de Institución, aunque no sea individuo de su junta, y si lo fuere y la
presidiere, por nombramiento de su Provincia, su voto será igual a los demás
vocales.
(Título VI, Art. 1).
La idea primitiva fue la de conseguir un director fijo para
el centro y en este sentido hubo durante dos años un encargado. Pero parece que
no se encontró a la persona idónea, quizá porque no quisieron poner ni en manos
del clero ni en la de ninguna persona ajena al grupo empresa tan importante.
Por eso, a partir de 1780, tras la prestación voluntaria del Conde de
Peñaflorida, se dispuso que durante dos años el cargo siguiera un sistema
rotativo cuatrimestral entre los 24 socios de número. Esto supuso serios
problemas, pues la gestión variaba mucho según la edad, genio y temperamento de
quien la ejercía. Pronto se dieron cuenta de la inviabilidad del sistema. Entre
los papeles del que fuera Secretario de la Sociedad Bascongada, el clérigo
Lorenzo Prestamero, se encuentran varios manuscritos que recogen las
inquietudes, roces y discusiones24 que provocó esta situación, y
particularmente una pieza titulada Apuntaciones sobre lo ocurrido en las
Presidencias del Real Seminario Patriótico Bascongadas25.
Pero, a pesar de todo, el Seminario fue agrandándose al mismo
nivel que lo hacía la Sociedad Bascongada. Y los problemas de este tipo fueron
solucionándose con medidas coyunturales. Samaniego, con su experiencia en
períodos de voluntario, ejerció su primer turno de dirección en marzo de 1780.
Ninguna cuestión seria amenaza al centro
-297- por estas fechas. El 20
del mismo mes y año escribía a su amigo Jacinto Álava sobre el desempeño de su
función:
Continúo en mi Presidencia como un Presidente. Quiero
decirte: mandando con tesón o dulzura, dureza o suavidad, según me parece deben
exigirlo las circunstancias y la variedad de sujetos con quienes
indispensablemente me entiendo26.
Vemos, pues, al hombre serio que quiere ejercer su misión
pedagógica con tino, acomodándose a personas y circunstancias. Lejos está la
inflexibilidad de la didáctica tradicional. Por otra parte, datos de estas
fechas nos hablan de su particular interés en la mejora de las relaciones
padres-centro, en un intento de involucrarles en la labor educacional de sus
hijos.
Dos años más tarde, enero de 1782, Samaniego ya ha publicado
su primer volumen de fábulas, accede nuevamente a la dirección del Seminario.
Es un momento de esplendor del centro: crece el número de alumnos, menos
problemas financieros (solventados por la colaboración de los socios de
América), mejores profesores y mejor organización... Samaniego ejerció una
espléndida labor. En carta de Juan Bautista Porcel a Peñaflorida (3 enero 1782)
se reseña esta disponibilidad del fabulista:
Samaniego se dispone a servir el primer mes de nuestra
Presidencia, tratar con eficacia de dar cumplimiento a los actos de las últimas
juntas quatrimestrales, y de llenar las cátedras vacantes.
Efectivamente, profesores con renombre europeo acceden a
desarrollar su magisterio en Bergara. Figuras como Proust, Chavaneaux,
Brisseau, entre los extranjeros; o, entre los nacionales, los Elhuyar, Mas,
Santibáñez, Foronda...27 Toman gran auge las ciencias experimentales y
naturales, que contaron con sendos gabinetes de experimentación, poniendo en
práctica antiguas ilusiones de la Sociedad en el cultivo de las ciencias, tan
abandonadas en España. Estamos en el momento más importante de la Fundación.
Más tarde, un alumno ilustre del centro, Martín Fernández de Navarrete,
recordará estos momentos memorables:
Vosotros miráis salir de él jóvenes instruidos y que
repartidos -298- en las brillantes carreras del estado, son
las antorchas que iluminan a la nación... Aquí, aquí vemos que aquellas [las
ciencias] ilustrando el entendimiento y la razón, forman jóvenes castos y
virtuosos, magistrados rectos y justicieros, y militares hábiles y sumisos:
aquí se ven las ciencias juntas con la moral y la virtud, y se ve que si salen
discípulos sabios, no salen menos políticos y religiosos28.
También recuerda su estancia en el Seminario por aquellos
años el que sería famoso novelista, dramaturgo y poeta aragonés José Mor de
Fuentes que describe así aquella época juvenil:
Si mi entendimiento se explayaba y esclarecía, todo mi ser,
esto es, el cuerpo y el alma, se granjeaban medros y robustez con ufanos y
rápidos progresos. Dejando, sin embargo, la Francia, de que hablaremos más
largamente en otra ocasión, pasé por Bayona a Vergara. Aquel Seminario se
hallaba a la sazón en su mayor auge al cargo de toda la sociedad vascongada, pero
el alma del establecimiento era el célebre conde de Peñaflorida, sujeto
instruido y sencillísimo, y sobre todo dignísimo patricio.
Allí cursé las Humanidades con don Vicente Santibáñez, sujeto
de finísimo gusto; la Química, con Chabaneau, en ocasión que esta ciencia
privaba en Europa por los peregrinos descubrimientos de su verdadero autor, el
inmortal Lavoisier, y estudié las Matemáticas con don Jerónimo Más. Un día que
para la lección del siguiente nos explicaba las paralelas, apenas delineó la
figura en la pizarra, dije que me atrevería a demostrar la proposición sin ver
el libro. Cogiome la palabra, subí a la tarima y, aunque con largos rodeos,
terminé por fin mi demostración. Lo mismo hice con otras varias, y aunque no
llegué a las veintitantas del famoso Pascal, tampoco se puso grande ahínco en
el asunto.
Una mañana llegó el conde a esta misma aula con un forastero
que parecía también socio, y preguntole al poco -299-
rato, extrañando mi presencia: «¿Es ése el aragonés?» «Ese es el
famoso», contestó el conde. Discúrrase cuál sería mi engreimiento al oír
aquella expresión tan honorífica en boca de sujeto tan caracterizado. A los
estudios sobredichos añadí la tarea del inglés, de modo que mi vida más tierna
era un afán incesante29.
La fama del Colegio pasa las fronteras. El abate Riou anota
en su Diario:
Mientras la Francia se veía inundada de un diluvio de
escritos sobre educación, la España, sin escribir un renglón, ha formado en una
de sus menores provincias, sepultada en los Pirineos, una asociación de
Caballeros consagrados a proporcionar buena enseñanza a los jóvenes a costa de
sus fatigas e intereses. Si otra nación alguna, fuera de la española, hubiese
dado antes de ahora un ejemplo de patriotismo tan puro, que me la citen30.
Otra de las gestiones interesantes que intentó realizar
Samaniego fue la creación de una obra periódica, que el desinterés de su
sucesor no llevó a buen término.
Pero este sistema rotativo no podía tener una lógica
pervivencia. En las susodichas Apuntaciones se lee:
A la circunspección de unos Presidentes, y al buen ejemplo
que daban, ya con su puntual asistencia a las horas de comunidad, ya con las
máximas sólidas que bertían en sus combersaciones, seguía alguno, que entre
gado a su genio libre, no se detenía en dar a la jubentud que presidía, no mui
buen ejemplo31.
Todo variaba según «la hedad, el genio y el carácter y aun el
temperamento de los socios» que dirigían el centro. Cada uno se fijaba más en
unas cosas que en otras y así había continuas variaciones en la moral, en la
disciplina y costumbres (castigos, trajes de alumnos...). No siempre se
cumplían las normas que las Juntas Generales
-300- dictaban para su
regulación. Y llegó un momento en que faltaron miembros para la dirección,
sobre todo después de que los amigos de Vizcaya se negaran a desempeñar el
cargo. Por eso la junta General de 1782 comisionó al Conde de Peñaflorida y a
D. Pedro Jacinto de Álava para encontrar, en un nuevo intento, un director
fijo. Las gestiones, que duraron varios años, dieron como resultado que en
septiembre de 1785 aceptara el puesto D. José Antonio de Olaeta, que intenta
poner en práctica las normas de la Sociedad bajo la atenta mirada de la Junta
de Institución que se cuida de vigilar y desautorizar los intereses
particulares de algunos miembros. Hubo quien intentó desautorizarle, pero su
entrega llevó al Colegio a nuevos éxitos.
Las Juntas de este año de 1785 se hacen eco, en su discurso
de apertura, contenido en los Extractos, de esta confianza en la educación. Se
lee:
La instrucción temprana de la juventud en las ciencias
exactas y naturales es la más oportuna preparación para formar socios
excelentes. Con ella fácilmente se adquieren los otros conocimientos, que
pueden ser útiles para esta carrera, y si a todo se junta la afición al
trabajo, y el zelo del bien público, no habrá más que desear [...]. Que los
Newtones, los Juanes, los Bufones, los Barbas, los Macker, y los Bérgmanes
anden de aquí en adelante en manos de las personas distinguidas con la misma
estimación y frecuencia que por fatalidad merecieron en otro tiempo los de
novelas y caballerías.
Y mientras el gran animador de esta empresa, el Conde de
Peñaflorida, fallecía, un periódico de Madrid, el Memorial Literario, recordaba
la importancia que había tenido la Sociedad en el progreso español. Alaba sus
excelentes estudios sobre agricultura, industria, comercio, física-química y
bellas artes, destacando particularmente los descubrimientos del laboratorio
químico y la labor pedagógica del Seminario de Vergara32. Y el Correo de Madrid
publica a lo largo de 1788 un relato titulado «Respuesta de un viajante a un
amigo queje pidió noticias del Seminario Patriótico y del País Bascongado»33.
Es un emocionante artículo, trazado con buena pluma, en el -301-
que se describe el País Vasco, su paisaje y costumbres, la proyección
nacional de sus hijos:
Este país democrático es, no obstante, el que con más celo
toma los intereses de nuestro Rey, y el que leal hasta el extremo se ha
sacrificado siempre en defensa de sus conveniencias y gloria, o las de su
corona. Sus hijos llenan los ejércitos, las armadas, los tribunales, el
comercio, pluma, las Indias y cuantos ramos puede tener la industria, que no
desdigan del pundonor que les asiste34.
El autor gusta, sin embargo, entretenerse en las grandes
obras por las que se ha dado a conocer el País Vascongado en época reciente: la
Sociedad y el Seminario de Vergara. La primera «ha dado origen y norma a todas
las que se van erigiendo con utilidad de nuestro Reyno y que juzgo han de ser
con el tiempo el remedio de nuestro atraso y de la ignorancia que hace crueles
males a España»35. Se entretiene más en describir lo relativo al Seminario
analizando detalladamente ordenanzas, principios pedagógicos, y la novedad de
las materias enseñadas que se conjugan con otras más tradicionales (incluso «la
encantadora ciencia de hacer versos, poemas y oraciones de gustos») y las
normas de buena crianza. Todas estas informaciones en la prensa de Madrid y
otras que aparecieron en otros periódicos36, dieron mayor publicidad al colegio
de Bergara que consiguió por estos años su máximo número de alumnos (en 1787,
131; 1788, 132). Esta situación esplendorosa fue quebrándose poco a poco según
perdía cohesión la misma Sociedad Bascongada. Pero hubo un hecho desgraciado
que significó la destrucción definitiva de esta magna empresa que fue el
Seminario. Corría el mes de marzo del año 1793 y Francia declaraba la guerra a
España bajo el pretexto de haber intervenido Carlos IV a favor de su primo Luis
XVI, guillotinado dos meses antes. Las tropas francesas invaden el País Vasco y
Cataluña. En una rápida operación nuestros vecinos se apoderaron de parte de
las Vascongadas dejando tras sí la destrucción. Samaniego se ve desposeído de
sus tierras de Tolosa. El ejército francés entraba en Bergara -302-
el 24 de noviembre del 94. Se saquearon iglesias y casas particulares.
El Seminario, si bien no sufrió excesivos daños materiales, recibió en su
organización golpes irreparables. Sin alumnos, sin profesores, con escasos
medios. La recuperación era imposible. Se insertan anuncios propagandísticos en
los periódicos de Madrid. El Memorial Literario de 1797 comunica al público
que, sin embargo, se abrirá si se completan los 34 alumnos37. Al año siguiente
empezó a funcionar con sólo 4. Repetidas Juntas Generales trataron de su
restauración. Pero ante las circunstancias irremediables se perdieron los
triunfalismos. Ni tan siquiera había ya igualdad de pareceres; para unos sería
mejor la instauración de escuelas gratuitas en los pueblos principales; otros
seguían pensando en reverdecer los antiguos laureles de Bergara, a costa de
sacrificar otras actividades como escuelas de dibujo y enseñanza primaria. Las
Actas de las Juntas Generales celebradas en Vitoria, en septiembre de 1798, nos
describen esta problemática:
Habiendo examinado la Junta General con toda atención el
asunto de la permanencia o supresión del Seminario y establecimiento de
Escuelas gratuitas en los Pueblos principales de las tres Provincias, por
mayoría se acordó que subsista el Seminario y procuren por todos medios su
fomento y adelantamiento, y que siempre que la Sociedad se halle en la
disposición de establecer además las Escuelas Provinciales lo haga con sus
fondos; sin embargo de lo qual, el Amigo Samaniego presentó un voto concevido
en los términos siguientes: «Después de haberse tratado sobre qual será más
útil a la enseñanza general, o el Seminario o el establecimiento de Escuelas
públicas gratuitas, el Amigo Samaniego insiste en la opinión de que las
Escuelas, que serían más útiles que el Seminario, pues que de ellas resultarían
mayores ventajas a la Nación por la mayor facilidad de difundir en ellas los
conocimientos de las Ciencias exactas y naturales generalizándolos por medios
menos costosos y por consiguiente más proporcionados al maior numero de
personas que son las menos dotadas de recursos para aprovecharse de la
instrucción conveniente a la prosperidad del Estado como lo demostrará con
razones más claras y convincentes.
Pues sería una inconseqüencia chocante el acceder al voto de
la pluralidad, que es el de la opinión de la contraria, sin más conocimiento
que la fuerza de ceder a la maioría,
-303- declara que no sólo no
debe contribuir a la permanencia del Seminario, sino que pide la parte de
fondos a que haya lugar para que se verifique la plantificación de la Escuela
pública gratuita como medio el más proporcionado al fin de la enseñanza, que es
el primer objetivo de todo establecimiento de educación.
Al qual se adhirieron los demás Amigos de la misma Provincia
concurrentes»38.
Sin embargo, se aprobó la restauración. La postura de
Samaniego significa ahora un plegarse a las circunstancias siguiendo la línea
de servicio al público con un espíritu menos aristocrático tal como había sido
tónica entre los Amigos de Álava. La reposición del Seminario nunca le llevaría
a los antiguos momentos de esplendor. Aumentó el número de alumnos pero ni su
profesorado ni sus medios de subsistencia fueron los de antaño. Tampoco se
contaba con la protección real, pues Carlos IV la cortó a todas las Económicas,
y su ministro Godoy miraba con recelo al País Vasco.
Pasado ya el siglo, en 1808, desapareció definitivamente el
centro.
Dos hechos más voy a reseñar en la biografía de Samaniego en
los que está implicada la educación y la Sociedad Bascongada. Justo era que, si
la Sociedad se había preocupado de la instrucción de los niños, hiciera lo
mismo con las niñas. Mayores inconvenientes tenían ellas para encontrar centros
adecuados para su formación. Dos caminos usaban, al margen de la ignorancia,
para adquirir el tinte necesario para una convivencia digna: irse a Francia,
como los varones, o ingresar en algún convento de monjas, con todos los
inconvenientes que ello significaba. El de Tudela fue el más frecuentado. En
fechas tempranas, 1774, se había enfrentado la Bascongada a este problema con
motivo de un Informe que el Real Consejo de Estado le pidió sobre la Fundación
de un convento de religiosas de la Enseñanza en Bergara. La historia se puede
recomponer a la perfección porque de ella ha quedado abundante documentación
manuscrita39. Se trata de fundar un convento de enseñanza para niñas con -304-
los bienes que ha dejado la monja del convento de Tudela M.ª Magdalena
Goizueta al profesar. Este centro debería reemplazar al que una piadosa mujer
llevaba desde 1732 en la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, en Bergara, en
el que se enseñaba a leer, escribir y labores, bajo el patrocinio del
Ayuntamiento. El representante de la testamentaría en Madrid, Nicasio Francisco
Blázquez, hace las gestiones oficiales oportunas, y justifica la petición en la
favorable situación geográfica de Bergara, la existencia de dinero suficiente
para la fundación y la importancia de la educación, «que ha sido mirada siempre
como uno de los fundamentos más sólidos de la prosperidad de los estados». El
fiscal de Madrid cree oportuno recabar información (1774) y remite instancia en
tal sentido al Corregidor de Guipúzcoa, al obispo de Calahorra, al Ayuntamiento
de Bergara y a la Sociedad Bascongada «a fin de que cada uno informe
separadamente lo que se le ofreciere y pareciere acerca de la utilidad de
aquella fundación, número de religiosas de que se deberá componer en caso de
considerarse beneficioso a la educación pública, teniendo presente las rentas,
y la asistencia cómoda y de todo lo necesario al estado, qué número de
educandas podrán existir en el edificio, material del actual Seminario que ha
de servir para Convento, dándole ensanche si fuese preciso y hubiese
territorio, qué qualidades, edad e instrucción han de concurrir en las que se
admitan a Religiosas y Maestras, con qué pensión deberán contribuir los padres
de las educandas para la manutención con consideración a las circunstancias del
País, si no será conveniente que las que se admitan a Religiosas y Maestras
hagan solo los votos simples por no estrecharles la libertad de salirse y tomar
estado que sea más conforme a su vocación con todo lo demás que les pareciere
conducente a la mayor claridad» [...]40. Esto se completaría con sendos
estudios de un arquitecto, para averiguar la situación del edificio y los
caminos con sus posibilidades de mejoras, y una indagación de fondos y rentas.
Todas las respuestas son positivas. Por los Diputados del común de Bergara
firman el Conde de Peñaflorida y Lorenzo Díaz. En informe de la Bascongada41 es
el más amplio y más detenidamente meditado de los que aparecen en el
expediente. La Sociedad debió pensar que este centro, -305-
debidamente organizado, podría desempeñar una función similar al
Seminario. Podemos conocer el pensamiento de los socios sobre el asunto porque
se nos han conservado completas las actas de la discusión42. Por los informes
podemos observar las precisiones más importantes. Colocada la ermita de la
Soledad en lugar quebrado y lejos del pueblo, se hacía oportuno trasladar el
centro educacional a otro sitio, apuntándose para ello la ermita de San Martín
o algunas casas de la población. Parece que los fondos eran escasos para su
subsistencia, con lo cual la nueva inyección económica, además de darle rango
de colegio, puede permitir una labor más duradera y perfecta. La idea es buena,
pues el colegio podría atender las necesidades de las Vascongadas, Navarra, La
Montaña, Rioja y Castilla la Nueva, evitando así la salida a tierras extrañas.
Basados en la experiencia, hacen múltiples reflexiones sobre el proyecto.
Algunos socios arguyen que la educación monástica, aun prescindiendo de lo
moral y teológico, es más propia para inclinar a la reclusión y el retiro que
«para criar buenas madres de familia, y mujeres que por su sólida educación y
virtud contribuyesen a la felicidad del Mundo». Otros, sin embargo, ven en la
postura opuesta, la presencia única de maestras seculares, una solución
peligrosa por:
-la dificultad de encontrar maestras con virtud, prendas y
talento suficiente para tan importante ejercicio,
-la dificultad de establecer entre ellas la unión necesaria
para seguir un plan uniforme de enseñanza,
-la imposibilidad de proporcionar dotaciones capaces de
atraer y fijar estas maestras.
Aún hay quien ve en las maestras seculares problemas mayores.
Así oponen al interés monetario de éstas, que provocaría una flojedad y
atención servil a su oficio, el desinterés de las religiosas; a la
provisionalidad, en espera de un puesto mejor remunerado, la fijeza basada en
una labor espiritual. A este dilema se dieron soluciones diversas. Quizá una de
las respuestas más sensatas, aunque también más breves, sea precisamente la de
Samaniego:
El establecimiento de esta enseñanza en la villa de Vergara
será utilísimo al público siempre que a la sólida instrucción cristiana y
habilidades de manos, que dan las señoras Religiosas del Instituto de la
ilustre Juana Lestonac, se junten aquellos conocimientos esenciales a
desempeñar las obligaciones respectivas a los diferentes estados del sexo, y
siendo -306- cierto que este conjunto no se halla (según
es de desear) en las que hoy vemos educadas por estas Religiosas será
indispensable el auxilio de maestras seculares.
Así lo siento como cristiano y caballero. Vergara y marzo de
177543.
Otros completan esta declaración con afirmaciones más
concretas. Es preciso, dicen, admitir a seglares para ayudar a las religiosas
en la enseñanza, pues con esto «se proporciona a las educandas que puedan
instruirse en el conocimiento del Mundo, y el modo de conducirse en él con
decoro, prudencia, etc., cuyos auxilios se escasean ordinariamente en los
conventos de Religiosas».
El informe definitivo que llega al fiscal, tras estas
discusiones, denota reflexión y moderación. Señala la importancia de la combinación
de religiosas y maestras seglares ya que a aquéllas les falta experiencia
mundana. Las religiosas no deben pasar de 12, contra la petición testamentaria
de duplicarlas. Insiste en la separación de alumnas y religiosas en comedor y
habitaciones, para evitar en lo posible el estilo monjil. No hay que ver en
esto aversión a lo religioso. Nada más lejos de la realidad; no debemos olvidar
que la mayor parte de ellas tenían hermanas profesas. Su preocupación es
educarlas para el mundo y la convivencia social, y la experiencia les dicta que
las monjas lo consiguen rara vez. Por eso proponen, igualmente, que la
directora sea una señora particular «de virtud sólida, prudencia consumada,
junto a una instrucción y conocimiento del mundo, fundadas en la experiencia
adquirida con el trato y comercio de las gentes»44. Su función:
El ministerio de esta señora será cimentar debidamente a las
educandas en el modo de conducirse, de manera que se hagan a un mismo tiempo
respetables y estimables, imponiéndolas en los escollos que se ofrecen en la
vida del siglo, y los medios de evitarlos, instruyéndolas en las obligaciones
particulares de los diversos estados propios del sexo; infundiéndolas modales
escogidos, y poniéndolas en estado de que al salir de la enseñanza se presenten
con una noble y circunspecta libertad, tan distante del encogimiento que
ordinariamente se saca del convento, como de la desenvoltura en que
frecuentemente incurren las que gobernándose
-307- sólo por imitación ponen
(por falta de principios necesarios en este punto) todo su estudio en tomar un
aire y porte exterior diametralmente opuesto a los que aprendieron en el
claustro45.
Las maestras, dos, son necesarias para enseñar urbanidad y
modales, vestuario y tocado y ciertas habilidades como baile («habilidad que
sirve en el día de mérito a las señoritas»), música, clave. O para educar a las
menos acomodadas en habilidades manuales que puedan servirles de introducción a
las manufacturas o la industria. Prueba evidente del interés que se toma la Bascongada
por este proyecto es el ofrecimiento del local del Seminario para el colegio de
niñas, puesto que éste, según lo dispuesto por la fundadora, sólo podía
instalarse en Bergara y el centro masculino podía trasladarse sin demasiados
quebrantos a otros lugares del País Vasco.
El fiscal recibe todas las sugerencias de los informes
pedidos, pero no se encuentra seguro de su viabilidad. Existe una prohibición
genérica de nuevas fundaciones religiosas, y de acuerdo con la Bascongada le
parece más oportuno la colaboración de monjas y seglares. Por eso el expediente
se ralentiza, a pesar de las peticiones de la madre María Magdalena de Goizueta
para que se agilice escribiendo al mismísimo Campomanes. La muerte de I. J. de
Arteach y las irregularidades administrativas del administrador testamentario
J. de Moya, complican el proceso. El fiscal pide informes al nuevo obispo de
Calahorra (1788), a las ciudades con voto en Cortes (1792) que lo dan
afirmativo menos Salamanca, al Corregidor de Guipúzcoa (1793) para saber el
estado actual de la testamentaría. El expediente acaba por sobreseerse 1809.
Llama la atención el largo silencio de la Bascongada, tras el positivo informe
de los comienzos. Sin duda desconfían de la capacidad educadora de las monjas;
y además, esto es más importante, el Seminario de Vergara había ido adquiriendo
un desarrollo que hacía poco aconsejable su cesión.
El recuerdo de este intento fallido fue una sombra que siguió
continuamente a la Bascongada, y le impulsó a metas más altas: el deseo de organizar,
con sus propios medios, un Seminario de señoritas. Y fue precisamente
Samaniego, comisionado en 1783-86 en la Corte por asuntos varios, el encargado
de gestionar su realización. Quizá recordara improperios de su padre sobre la
inutilidad de la formación de su hermana Isabel, después monja en Vitoria, en
el colegio -308- de Tudela. En una carta de su padre a su
primo de Torrecilla leemos:
En orden a la chica mayor ya ves, que ha faltado todo lo
ideado en tales términos. No contemplo cosa igual a lo de la enseñanza de
Tudela [...]. Reflexiona sobre el destino de mi hija menor que raya en 15 años
sin saber leer, ni cosa que no sea de niña, después de 8 años de clausura.
Las Juntas Generales de 1783 habían formulado un plan,
presentado por los Amigos de Álava, madurando ideas anteriores, para establecer
dicho seminario femenino en Vitoria, y ellos mismos recibieron el encargo de
desarrollarlo. Samaniego lo presentó a las autoridades pertinentes en Madrid
que lo elogiaron y pidieron mayores precisiones. En los Extractos de las juntas
de 1785 se incluye una carta de Floridablanca a Peñaflorida en la que se
refiere a esta opinión favorable:
Dn. Félix de Samaniego me presentó un escrito intitulado Idea
abreviada de un Seminario, o Casa de educación para Niñas, que se intenta
establecer en la ciudad de Vitoria bajo la dirección de esa Real Sociedad
Bascongada; y habiendo dado noticia al Rey de este pensamiento, le ha parecido
que puede ser útil, y le fomentará S. M. siendo para admitir Niñas de todas las
Provincias del Reyno. En esta inteligencia podrá la Sociedad disponer que se
formalice el plan del establecimiento con todas sus reglas, estatutos, y medios
de subsistencia, para que precediendo el examen correspondiente, le apruebe S.
M. si le hallare de su Real agrado.
Dios guarde a V. S. muchos años. El Pardo, 12 de marzo de
1784. Al Conde de Peñaflorida, Director de la Sociedad Bascongada46.
La conservación del manuscrito Plan y ordenanza de un
Seminario o casa de educación para señoritas47 nos permite conocer todos los
extremos de esta nueva empresa que preparaba la Bascongada. La Introducción es
un canto a la importancia del papel social de la mujer, dentro del espíritu
ilustrado, y un recuerdo de cómo la -309- educación femenina era idea primitiva que
había soñado la Sociedad para hacerla realidad a la par que la de los jóvenes.
La finalidad del centro que se proyecta se define en el Artículo I:
El fin del establecimiento ha de ser criar las doncellas
jóvenes en máximas de cristiandad y virtud, pero sin destino a estado
particular enseñándoles las habilidades propias de mujeres que están destinadas
a vivir noblemente sin necesidad de ganar el mantenimiento por su mano.
Y en el siguiente se puntualiza que el objeto principal de
esta educación es «criar buenas madres de familia, y mujeres de su casa»48. Se
insiste en estas declaraciones de principios en el hecho de que es un colegio
no destinado para que las muchachas entren en religión, rompiendo por lo tanto
con los usos habituales. Esta nueva gran obra, que hubiera sido más importante
que la creación del Seminario, ya que no existían centros de educación femenina
y hubiera significado una nueva valoración social de la mujer, no llegó a buen
puerto por la muerte, en el momento justo en que se iniciaban las gestiones,
del Conde de Peñaflorida.
Estas son las tareas educativas más importantes, no las
únicas, que llevó a cabo la Sociedad Bascongada y en las que, como vemos,
participa activamente Samaniego. Su labor es destacada, pero, quizá, no todo lo
amplia que esperaban sus compañeros, dada su libertad familiar al no tener
descendencia. El escritor alavés tendía a veces a la indolencia. Aunque pueda
parecer excesivo, podríamos recordar un párrafo de una de sus cartas que denota
esta actitud:
Vivo tranquilo; y estimo demasiado mi salud para quebrantarla
en camorras literarias [...]. Más quiero hacer una buena digestión que un buen
libro o que escribir la mejor apología.
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